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Tangomías La página de Tino Diez http://tangomias.wordpress.com |
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Poemas:
Fueye eterno Al
bandoneonista Rubén "El Gallego" Martínez
Esperando a un cantor
Linaje de arrabal
Milonga para Melón Con música
del bandoneonista Aníbal Vitali.
Antonio Campos Soneto
homenaje al cantor Antonio Martiniuk.
Décimas para Melón
A la memoria del músico y
futbolista Aníbal "Melón" Troncoso.
El poeta no muere
Inexorable...
Sonetos a Homero
En el año del centenario del
nacimiento de Homero Manzi.
Gorriones
Troesma A
la memoria de don Osvaldo Pugliese.
El último Bohemio "Sonetango"
para Tulio Angelozzi.
Vivíamos en
una casa alquilada de la calle Cabral, casi vecina a la carpintería de
Mercanti. Luego mi padre compró un terreno en el loteo de las tierras
que pertenecían al señor Luis A. Rocca, a quien también
se debe la realización del "Mercado Rocca", que tenía
entradas por las calle Siches y por Elsegood (hoy Belgrano), donde está
el vistoso edificio de dos plantas con la vivienda de su propietario en la superior.
Mi padre adquirió entonces una casa de chapa y madera, con
un plan de pago que se extendía más de un año y medio,
y que fue trasladada desde el Bulevar hasta nuestro terreno por el señor
Borelli, quien con sus hijos se ocupaba de esta original tarea típicamente
whitense de mudar de lugar casas enteras.
Luego la pequeña comunidad del nuevo barrio, compartiendo
las habilidades de cada uno de sus integrantes, fue levantando poco a poco modestas
casas de material y/o mejorando las existentes de chapa y madera, en un envidiable
ejemplo de labor cooperativa.
La escuela primaria a la que concurrí fue el Colegio Cortés,
en la esquina de Avenente y Cabral. Promediando el año
1947, cuando cursaba el quinto grado, se inauguró el edificio nuevo en
Brihuega y Avenente, es decir la actual Escuela Provincial Nº 13 "Ruy
Barbosa".
Estando en sexto grado comencé a escribir una suerte de diario,
hasta que cuando se nos encomendó una composición referida a "La
neblina", intenté completarla de una elemental forma verseada. Recordé
el cuento de Rubén Darío "Mi primer poema", y el rechazo
unánime que había provocado entre sus allegados. Temblé
por la suerte de mi poesía, tuve intenciones de destruir la hoja que
la contenía. Mi padre interrumpió mis cavilaciones, preguntándome,
como lo hacía habitualmente, por mis deberes.
"Esto está muy lindo", me dijo, luego de leerlo
varias veces. A la mañana siguiente, antes de entrar a mi clase, busqué
a la maestra de quinto, quien el año anterior me había alentado
para las actuaciones realizadas en las fiestas patrias.
"¡Además de actuar, escribe! me dijo. No se abandone,
siga escribiendo y sobre todo lea, lea mucho."
Esperé impaciente el momento de presentar la redacción,
imaginando más felicitaciones y tal vez por qué no
algún aplauso.
Terminada la lectura, en vez de halagos, la maestra se precipitó a mi
pupitre, estampó un "no es lo que se pidió" cruzando
mis versos como un baldón rojo y con la voz más espantosa, que
nunca pude olvidar, provocó la mayor vergüenza que jamás
pasé, gritándome: "Deje los versitos para las nenas",
mientras estrellaba su mano en mi mejilla.
A partir de ese momento continué escribiendo, pero le di
una vuelta más de llave a mi escritorio. Por mucho tiempo nadie supo
que escribía, y menos aún su contenido.
El secundario, que debió ser orientado a alguna especialidad
relacionada con las letras y el arte, se trocó en una carrera en la Escuela
Industrial que, al no tener relación con mi vocación, se interrumpió
ante la primera dificultad en este caso económica, luego
de haber aprobado el tercer año.
Pero siempre me atrajo el tango, aunque no lo bailo. Comencé
a seguir la actuación de los distintos intérpretes, algunos como
las orquestas de Juan D´Arienzo y de Héctor Varela; los cantores
Floreal Ruiz, Alberto Marino, Argentino Ledesma y el "Rolo" Lesica,
Héctor Mauré y otros. No me agradaba Rivero, y menos cuando se
lo presentaba como "La voz esperada" en los programas de Jabón
Federal.
En ese momento alguien me dijo que lo escuchara al "Feo".
Me gustó su calidez y calidad y con él le presté atención
a Pichuco y a Pugliese. A falta de formación musical, traté de
ponerle orejas a todo. Me llegaron Maderna y Di Sarli, y los grandes poetas:
Cadícamo, Discepolo, Cátulo, García Jiménez.
En el año 1970 renuncié a mi trabajo en la estación
de ferrocarril de Ingeniero White e ingresé al movimiento cooperativo,
primero en las recordadas Cajas de Crédito, que fueron impulsadas a su
transformación en Bancos Cooperativos, y allí permanecí
hasta que las políticas económicas marcaron una mayor concentración
de la banca cooperativa, y el Banco Coopesur, donde desempeñaba mis tareas
fue absorbido por el Banco Credicoop, lo que produjo mi despido en 1996.
Hoy me encuentro jubilado, rodeado de la felicidad de cuatro nietos,
mis dos hijos y mi esposa, y de cuando en cuando despunto el vicio de escribir
tratando en vano de olvidar aquel sopapo y aquella vergüenza
que signaron el trayecto de
mi vida.
Florentino
Tino Diez
tangomias@yahoo.com.ar
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