Roberto
Rufino
El pibe Rufino El pibe probaba
un tango, Creció
andando escenarios En su alma de
bohemio Arder en su propio
leño |
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Bajo el Signo
del Abasto
Un matarife del Abasto, Lorenzo Rufino, fue su padre, y su
madre Agustina Guerín. El padre de Rufino era devoto de Carlos Gardel,
y solía sentarse con la guitarra, cantando los tangos gardelianos. Un
ataque cardíaco puso fin a su vida a los 43 años.
Creció jugando en vivo a los policías y ladrones. Por esos patios
no había noche que huyera perseguido por un policía detrás,
que no quería o no podía apresarlo. El fútbol, las carreras
barriales y el boxeo, fueron deportes que lo tuvieron activo cuando pibe. Especialmente
las piñas que intercambiaban por alguna pavada y que concluían
cuando ambos iban juntos a limpiarse la sangre de la nariz en el piletón
del patio.
Con esa admiración rayana en lo sublime, veía
pasar a un personaje que vivía a pocos pasos de su casa, y que al pasar
tiraba un puñado de monedas sobre la pandilla, mientras su voz cristalina
los invitaba con un "¡atajen!" de resonancia incomparable, como
que era Carlos Gardel. Rufino siempre expresaba que se le murieron dos padres,
ya que el deceso de su padre, luego de su cumpleaños número trece,
y la muerte de Gardel, el lunes 24 de junio, fueron casi simultáneas.
Tal vez haya sido premonitorio. Nació en el Día
de Reyes del año 1922. Pero, contrariando a adivinos y horoscoperos,
negaba ser del signo de Capricornio y expresaba a quien quisiera escucharlo
que era del signo de Abasto.
Siempre la música
Su hermano Carlos integraba los coros del teatro Colón,
y las visitas de sus tíos era veladas en las que escuchaban grandes óperas
y canciones de música clásica en las célebres voces que
estaban en el pináculo de su esplendor. De la fonola brotaban con sus
interpretaciones atrapantes.
En la escuela primaria Escuela "San Luis",
ubicada en San Luis y Sánchez de Bustamante tuvo como maestro de
canto a Bontan Biancardi, director de coros.
Con sus pantalones cortos se atrevió, estando en la
secundaria Colegio Nacional Nº 6 "Manuel Belgrano", en
Ecuador 1158 a cantar "a capella" en un sótano
de su Abasto. Podría considerarse como su debut en público, aunque
sólo recordaba haber cantado algunos tangos.
El secundario se interrumpe en segundo año, y Roberto
Rufino decide, a los catorce años, ser cantor.
Tiene apenas esa edad cuando comienza a cantar con Antonio Bonavena en el "Petit
Salón", un café ubicado en sobre la calle Montevideo, cerca
de Corrientes. Y ante el asombro general, demostraba su aplomo y calidad con
"Alma de Bohemio" y "Milonguero viejo". También actuaba
en el café "El Nacional", de Corrientes 974, con una orquesta
de niños donde hacía sus primeras armas como bandoneonista.
Se suceden para Rufino las orquestas de Camilo Florentino
Tarantini, alias "El Cieguito"; José Felipetti, y Francisco
de Rosé, junto a Anselmo Aieta.
Era un maratón, ya que se desarrollaba en el "Parque
Goal" desde media mañana, participando con cuanta orquesta pasaba
por el palco y hasta la una de la madrugada siguiente.
El cielo en las manos
Roberto lo recuerda así: "Una de las chicas del
"Petit Salón", que se llamaba Margarita, le contó al
pianista y director Carlos Di Sarli que un pibe maravilloso le cantaba el tango
"Milonguero viejo". "Y el pianista con su representante Carlos
Garay fue a buscarme al café "Nacional" y me propuso ir a su
orquesta".
"Esa misma tarde el maestro lo llevó hasta el
bajo, al cabaret donde actuaba, y le propuso probarlo con el piano. Le preguntó:
"¿Qué querés cantar?", a lo que Rufino le respondió
displicentemente: "y... Alma de Bohemio". Di Sarli le contestó:
"Mirá que es muy difícil..." Rufino no le respondió,
y se encogió de hombros, por lo que el maestro interpretó el gesto
como de aprobación y poniendo sus manos sobre el teclado arrancó
con las primeras notas. Cuando el jovencito hizo la primera parte y el "cantaaaaaaar"
sostenido, de la primera frase, para el maestro fue algo muy fuerte, y bajando
la tapa del piano, emocionado, lo abrazó muy fuerte. En ese momento nació
una relación afectiva en la que el maestro pasó a ser el padre
que Roberto no tenía y la ayuda espiritual y profesional que el jovencito
necesitaba. Esa amistad de respeto mutuo duró hasta el 12 de enero de
1960, fecha en la que el maestro falleció.". (Oscar Mármol)
Se lograron las autorizaciones pertinentes, que firmó
su madre Agustina, y Roberto pudo debutar en el cabaret "Moulín
Rouge" y en la emisora LR1 Radio El Mundo.
"En
la noche del debut con la orquesta de Carlos Di Sarli, cuenta Rufino que el
maestro, dirigiéndose al público, les anunció a los presentes
que exhibiría a su nuevo cantor en reemplazo de Agustín Volpe,
que se iba de la orquesta. Les dijo que tendrían que juzgar si había
hecho una buena elección, y que se daría cuenta por los aplausos
(o no) que recibiera el debutante. El tema a interpretar sería Alma de
Bohemio. A continuación apareció el chiquilín desde detrás
del piano. Cuando el joven Rufino terminó su interpretación, la
respuesta del público fue impresionante: aplaudían al joven cantor
de pie, mientras pedían: "¡Otra, otra!". El maestro desde
el piano esbozó una sonrisa de aprobación; comprobó que
no se había equivocado. Había nacido para el tango una nueva estrella
en el firmamento porteño.". (Oscar Mármol)
Le alargaron los cortos en "Los 49 Auténticos".
Con el sueldo acordado podría haberse comprado un auto Ford cada mes.
El cantor iba consiguiendo aplomo, y llega el momento de su
primera grabación con el maestro bahiense: el tango "Corazón",
de Carlos Di Sarli y Héctor Marcó, que quedó registrado
el 11 de diciembre de 1939 para el sello RCA Víctor, según disco
y matriz Nº 38878. Sus grabaciones con Carlos Di Sarli, en sus tres ciclos,
fueron cuarenta y seis.
En 1941 realiza, con la orquesta de Alfredo Fanuele, una gira
por el país hermano de Chile, actuando en el local "Maracaibo"
de la ciudad de Santiago.
A su regreso a la orquesta del Señor del Tango, en
enero del año siguiente, los veinte años le indican que debe cumplir
con el servicio militar obligatorio, en Palermo. Esto, sin abandonar al maestro
Di Sarli.
Siempre inquieto, en septiembre se vincula a la orquesta de
Emilio Orlando, actuando en el "Palermo Palace" de Godoy Cruz y Santa
Fe, en donde comparte el rubro vocal con Alberto Demare, seudónimo del
tano Alberto Marino.
Luego actúan en Radio El Mundo, en la audición
"Ronda de Ases".
En 1943 realiza su segundo retorno a la orquesta de Carlos
Di Sarli.
Su nido hogareño
Roberto Rufino encontró la compañera de su vida:
Perla Benigna Lorenzo, admiradora suya y amiga, por ser hermana de un amigo
suyo. Se casaron en 1949. De esa unión nacieron sus tres hijos: Roberto,
Hugo y Daniel. Este último es ahijado de Juan D´Arienzo.
Vuela el
jilguero
En 1944 se independiza, y le encarga al pianista Atilio Bruni
que dirija la orquesta que lo acompañaría en LR3 Radio Belgrano.
Al poco tiempo el maestro director es reemplazado por el bandoneonista Antonio
Ríos, y más tarde por Alberto Camara. En Uruguay tomó luego
la batuta de su orquesta Porfirio Díaz.
Por fin, en 1947, cubre la ausencia de otro amigo, Alberto
Podestá, en la orquesta Francini-Pontier. Dos años después
se aleja del binomio. Participa en dos cortos musicales, y realiza una breve
actuación con Miguel Caló en 1950.
Dos años más vuelve a ser solista con la dirección
de Armando Cupo, luego con Ernesto Franco y con Roberto Caló, y vuelve,
esta vez en 1957, con Enrique Mario Francini.
Ese mismo año canta con Leopoldo Federico, junto a
Elsa Rivas y a Hugo Marcelino, quien luego brillará como Hugo Marcel.
Rufino empresario
Una sociedad formada por Roberto Rufino, Alejandro Romay,
H.Gerola, L.Pájaro y A. Steimberg, se hace cargo del consorcio "Huella",
y Rufino es nombrado Director Artístico de Radio Libertad. En ese lapso
no deja su función de cantor solista; graba discos y amplía su
labor artística, además de sus funciones dentro de la empresa.
Radio el Mundo pergeña un espectáculo de música:
"Lluvia de estrellas", con el "Enmascarado", que no es otro
que Roberto Rufino, que bajo su identidad oculta sorprende con temas melódicos.
Surge el nombre "Vivo" es decir, Bobby al revés, por
Roberto y "Terré", de "Terremoto", como se
lo llamaba familiarmente en el ambiente artístico por su temperamento
inquieto y arrasador. Y lógicamente el éxito, más allá
del reparo de algunos tangueros, fue total, como lo demostraron los discos vendidos
con la dirección de Ángel Pocho Gatti, Leo Lipesker o Marito Cosentino
Es que Rufino fue inquieto como el agua de un río,
emigrando como las golondrinas, agradecido pero con espíritu superador
in crescendo cada día, y multifacético en sus actuaciones:
romántico para valses acariciadores, dramático en los temas álgidos,
descriptivo en situaciones o protagonistas de temas risueños, tierno
con su mensaje a los niños, o burlón antes los achaques de la
vida. Un artista total.
La cabra al monte tira
Roberto trata de innovar y resuelve renunciar al grupo empresario.
Prefiere seguir siendo el cantor, aquél que el público aplaude
a rabiar.
Ya con Osvaldo Amura como representante, en 1959 actúa
en Radio El Mundo en horarios centrales durante los últimos meses de
ese año, mientras los domingos anima los bailables populares. Su orquesta
es arreglada y dirigida por Mario De Marco.
Logra singular éxito en la confitería "Marabú",
hasta fines de 1960, mientras realiza programas centrales en Radio El Mundo
y simultáneamente en Radio Mitre.
Un año después el director con el que se presenta
en radio El Mundo es Roberto Pérez Prechi.
Vuelve con Pontier, y su compañero vocal es Héctor
Darío, sobrino de Jorge Casal. Radio Belgrano, la televisión y
el sello CBS Columbia comparten sus actuaciones.
Y llega
a la orquesta de Pichuco
Entre 1962 y 1965 Roberto Rufino volvió a tocar el
cielo con su alma. Y canto en la orquesta de Aníbal Troilo, dejando memorables
versiones en el recuerdo y en el disco.
Se asocia con Miguel Caló para grabar en 1966.
Todas las salas, todas las radios, todos los programas televisivos
se disputan la presencia de don Roberto Rufino.
Como a la mayoría, el paso de los años le quitó
algo de fuerza, pero nada de su intacta calidad. El fraseo que adquirió
con Troilo moduló un estilo que mantuvo su vigencia.
Ese estilo del tango dicho, de la voz modulada, como lo había
hecho Floreal, crearon una escuela que fue tomada entre otros cantores por el
Polaco Goyeneche, para disimular los efectos del paso del tiempo en la calidad
vocal.
Rufino
compositor
Sus composiciones, algunas en colaboración con Manuel
Barros, Ángel Cabral, Miguel Caló, Alberto Capparelli, Alberto
Caroprese, Roberto Cassinelli, Alberto Chidichimo, Cholo Hernández, Enrique
Lary, Héctor Marcó, Alberto Martínez, Marvil (Martínez
Vilas), Julio Navarrine, S.Pribula, Sara Reiner, Alejandro Romay, Carlos Russo,
Roberto Salcedo, Horacio Sanguinetti (Basterra), Reynado Yiso y Guido Zecca,
casi redondean los ochenta títulos.
Vamos a nombrar algunos: "Muchachos, arranquemos para
el centro", "Eras como la flor", "¡Cómo nos
cambia la vida!", "¡Calla!", "Destino de flor",
"Dejame vivir mi vida", "La novia del suburbio", "Soñemos",
"Tabaco rubio", "El clavelito", "No hablen mal de las
mujeres", "Los largos del pibe", "En el lago azul",
"Carpeta", "La calle del pecado", "Julián Tango",
"Manos adoradas", "Por qué te sigo queriendo", "¡Qué
quieren
yo soy así!", "Lita", "Boliche",
y tantos más.
Reconocimientos
Además del más importante, el del público
que lo seguía, alentaba y aplaudía, insuflandole la fuerza necesaria
que parecía abandonarlo para no querer bajarse jamás
del escenario, Roberto Rufino fue declarado en 1997 "Ciudadano Ilustre
de la Ciudad de Buenos Aires", y un año más tarde "Ciudadano
Ilustre de la Cultura Nacional".
Se hizo justicia, en la culminación de su brillante
trayectoria.
"
canta el tango como ninguno"
Dos años después el 24 de febrero de 1999, Roberto
Rufino dejaba de existir en la sala de terapia intensiva de la Fundación
Favaloro.
Sus restos fueron inhumados en el Cementerio de la Chacarita
al día siguiente, despedidos por el pueblo tanguero que, en un adiós
postrero, entonaba las notas del tango "Malena", con el que tantas
veces y tantos aplausos concitara Roberto en su vida de cantor. Parafraseando
los versos de Homero Manzi, podemos decir que "Rufino canta el tango como
ninguno".
Cómo nació
"El bazar de los juguetes"
Antonio Carrizo, con la solvencia que le es característica,
desarrollaba un espacio de tangos donde los entrevistados sabían que
el conductor era incisivo en sus preguntas y no se conformaba con medias respuestas
a temas espinosos. Por esa enjundia, tenía una pléyade de oyentes
seguidores, que sabían que el maestro del micrófono preguntaría
en cada ocasión aquello que el tanguero quería saber.
El invitado ese día era Roberto Rufino, en pleno apogeo
en su carrera artística. Lo acompañaba un amigo, Oscar Mármol.
La charla recorría los momentos más trascendentes de la exitosa
carrera del cantor.
De pronto Carrizo, con ese énfasis suyo tan peculiar,
dejó en el aire "la pregunta", que decía, más
o menos: "¿Cómo hace, Roberto, para cantar con tanta fuerza,
teniendo un sólo pulmón?".
A Rufino lo desconcertó la pregunta. Pero Antonio Carrizo
se hacía eco de un rumor que estaba en boca de casi todos: "¡Mirá
cómo canta, y tiene un "fueye" sólo!", solían
decir sus admiradores y también algunos de los periodistas especializados.
El Bobby lo miró a Oscar queriendo que él respondiera
la pregunta, y su amigo, también sorprendido por la situación
y por el endoso de la respuesta, más por solidaridad y amistad que por
convencimiento le contestó a Antonio Carrizo que si tuviera un sólo
pulmón sería imposible obtener el caudal de voz que Roberto Rufino
le imprimía a sus tangos.
La audición continuó y en un clima tenso pero
amable se tocaron otros temas de las giras: el temor que le había transferido
su padrino Juan D´Arienzo por los viajes en avión, los temas compuestos
con Alejandro Romay, la repercusión de su paso por la orquesta de Carlos
Di Sarli y, lógicamente, los proyectos en materia de giras, contratos
y grabaciones futuras.
Perceptivo, cuando salían de la radio Rufino parecía
adivinar que su amigo rumiaba la aseveración hecha ante Carrizo, y que
por alguna razón no podía dejar de lado. Entonces lo invitó
a que lo acompañara, ya que irían a visitar al médico que
lo había atendido en el momento en que ese rumor empezó a circular:
Roberto
Rufino era cantor junto a Alberto Podestá de la orquesta de Carlos Di
Sarli. Los cantores rivalizaban en calidad, y el Bobby ponía a disposición
de su interpretación toda la calidad y la fuerza de que era capaz. Lo
mismo hacía, pero con menor esfuerzo daba su capacidad toráxica,
el turco Podestá. Y el público aplaudía a rabiar a semejantes
interpretaciones que, con la excelsa orquesta de don Carlos, era el summum
deseado por los tangueros.
En cierto momento Rufino tuvo un problema por ese esfuerzo
y comenzó a sangrar por la boca.
El maestro Di Sarli, y Podestá, se encargaron de llevarlo
para que fuera atendido por el doctor Pribluda, que era el especialista en otorrinolaringología
que atendía a casi todos los cantantes. Luego de auscultarlo, el médico
le prescribió descanso prolongado y le aconsejó que se trasladara
a Córdoba para oxigenar todo el aparato respiratorio, pero descartando
cualquier otra posibilidad de que la presencia de sangre no fuera por el esfuerzo
de las cuerdas vocales.
En principio Rufino, un poco asustado, se trasladó
a Córdoba, pero pronto se cansó y regresó a Buenos Aires.
El médico se molestó por esta decisión, pero ante la promesa
de Roberto Rufino de no hacer desarreglos y de seguir al pie de la letra las
indicaciones del facultativo, éste le permitió la estancia en
la Capital.
Luego de algunas semanas o meses, el cantor volvió
a la orquesta con la calidad de siempre. En el ínterin pasaron cosas:
Alberto Podestá fue su escolta y amigo mientras duró el período
de rehabilitación, y en el consultorio del médico el turco, con
el letrista Reinaldo Yiso, le presentaron el tango que estaban componiendo,
en el piano que el médico tenía en esa sala. Rufino le dio la
forma definitiva a ese famoso tango de los tres.
Oscar
Mármol y Rufino llegaron desde la audición de Carrizo, con cierto
escepticismo, hasta el consultorio del doctor Pribluda En el momento de atender
la presencia de sangre en la boca de Rufino, el facultativo era una persona
de avanzada edad. Los años transcurridos eran muchos, y no sabían
si el viejo doctor aún estaba entre los vivos.
Afortunadamente
la puerta se abrió, y al venerable anciano se le iluminaron los cansados
ojos tras los gruesos cristales al reconocer a su paciente y famoso cantor.
Tras los saludos, Roberto lo impuso del motivo de la visita:
"Doctor, por favor, quiere mostrarle a mi amigo la radiografía que
me sacaron cuando volví de Córdoba?". El viejo doctor, que
tal vez sabía del rumor sobre Rufino, sonrió cansadamente y abrió
un gran fichero. Luego de un instante colocó en el visor una radiografía,
rotulada "Roberto Rufino", donde se habían impresionado fielmente
los dos pulmones intactos del cantor.
Y mientras la vista de Roberto Rufino recorría el consultorio,
donde todo estaba igual como en aquellos días de miedo, su doctor le
recordó y le señaló el piano. El mismo piano donde había
nacido "El bazar de los juguetes"
El paletó de Rufino
Hace
más de treinta años nuestro país era otro y la televisión
era muy distinta. Daba cabida a sus cultores, a sus artistas, a su cultura.
Los programas de tango se sucedían con las predilecciones
de sus seguidores en mayor o menor medida. Sin duda a la cabeza de las preferencias,
en canal 9, al comando de Alejandro Romay, con la conducción de Silvio
Soldán, se situaba Grandes Valores del Tango, con la participación
de los mejores de la canción ciudadana. Y si hablamos de los mejores
estamos nombrando también a Roberto Rufino.
Era el momento en que Antonio Jorge Garmaz, conocido como
Ante Garmaz, conductor televisivo, actor, modelo y diseñador de moda
argentino de origen croata, estaba a la cabeza de los programas de la moda,
con el "Mundo de Ante Garmaz, y concurría asiduamente a la audición
que conducía Soldán.
En uno de esos encuentros llevó un paletó diseñado
por él, de tela gamuzada, confeccionado con una tela de color borravino,
y le propuso a Rufino que se lo probara. La aceptación fue total: al
gran cantor le calzaba perfecto, y le daba una "pinta" espectacular.
Se presenta en escena como un dandy, es elogiado por Soldán,
y la velada transcurre con comentarios diversos, que volvían una y otra
vez a Rufino, quien interpretó dos temas para el cierre, con el atuendo
mencionado, entre el aplauso de todos los presentes.
El amigo Oscar Mármol, con el saco del esmoquin, observaba
cierta inquietud en el modisto, entendiendo como Rufino y como la mayoría,
que Garmaz había regalado el paletó al cantor a cambio de exhibirlo
ante el público presente y televidente. Pero no era
así. Don Ante quería recuperar la prenda. Intervino para decirle
a su amigo Rufino, que no se había hablado de regalo. El cantor, enfundado
en la prenda, no quería saber nada, y propuso un canje: "Llevate
el saco que tiene mi amigo; ¡éste es mío y no lo devuelvo!".
Cuando la situación se tornaba insostenible por la
intransigencia de ambos, terció Alejandro Romay quien, luego de un aparte
con Ante Garmaz, se hizo cargo del costo de la prenda.
Rufino estaba tan a gusto con el nuevo atuendo que prácticamente
lo vestía en todas las presentaciones, aun en días en que la temperatura
aconsejaba algo más liviano.
Concluye su relato Oscar Mármol: "El final de
la prenda fue un hecho que produjo Roberto cuando, saliendo una noche de un
boliche, encontró tirado a un indigente en la calle Corrientes. Se sacó
el paletó y lo tapo a ese pobre tipo que estaba dormido. Se quedó
en camisa, y yo le recriminé el hecho de perder esa prenda que él
había defendido tanto.
Me miró fijamente, no dijo ninguna palabra, y al rato,
cuando íbamos en un taxi, me habló: "sabés la ropa
que tengo yo... y ese no tiene nada...". Roberto Rufino era puro corazón,
y su bondad la había aprendido de su maestro, el Gordo Pichuco, que era
mano abierta con todos y tenía un corazón de oro. Seres queribles,
como hoy es raro encontrar. Eran otros tiempos: la amistad, la palabra, era
cosa de grandes; dos rasgos que hoy están ausentes."
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